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Reseña de rodada a los túneles de Tepeji con SoyMovilidad, por David Vital Vargas.


La mochila la dejé preparada antes de irme a dormir, le metí un litro de agua, 900 ml de electrolitos, nueces, una palanqueta, plátano y atún en sobre; así como una hoja con mis datos personales y números de tres contactos, también con datos de mis medicamentos y condición médica particular, yodo para limpiar heridas, mis medicinas en caso de requerirlas, unas gafas contra el sol y por supuesto algo de dinero para gastos.

 

El kit de herramientas, cámara de refacción y bomba de aire los llevo en una pequeña mochilita aparte que monto en la bici en cada rodada. Un licuado y dos rebanadas de pan de caja fue mi desayuno antes de partir.

Ya había amanecido y el sol aún no calentaba el ambiente de este sábado, el aire enfrió mis manos y orejas, pero el pedaleo al punto de encuentro contrarrestaba el escalofrío inicial; paré en una gasolinera de la Av. Chalma donde quedé de verme con otros ciclistas de Izcalli, llegaron once y nos dirigimos al Parque de la Cruz en donde llegaría otro contingente procedente de Atizapán, citados a las 8:20 am Soy Movilidad y nosotros de BiciVerde cumplimos con la hora pactada, otro grupo de ciclistas de la cercanía llegaron al sitio incrementando el número de participantes a 30 ciclistas de las cuales dos son mujeres, al ser parte del staff local me puse en contacto con quien sería el guía de la ruta. Diego y yo coordinamos al equipo encargado de realizar bloqueos, por el radio de banda civil nos mantendríamos comunicados coordinando la circulación del contingente.

A las 8:35 aprox. iniciamos marcha saliendo del centro de Cuautitlán por la Av. 20 de Noviembre pero tres minutos después un estallido obligó a detener el contingente, la cámara trasera de una bici se reventó, así que se remplazó y reiniciamos el camino, avanzamos y pasamos frente al campo 4 de la UNAM alejándonos de la zona urbana y continuamos por esa carretera Cuautitlán-Teoloyucan unos 5 kilómetros hasta un lugar llamado Puente Grande donde ya nos esperaba un tercer contingente de 6 ciclistas de los cuales dos son mujeres; esa carretera la recorrimos hasta donde está el letrero de Teoloyucan, la entrada al pueblo Mágico, ahí nuestro camino por varios kilómetros fue en la carretera que va al costado del rio de aguas negras, donde por cierto un chico sufrió una estrepitosa caída luego de perder el equilibrio al pasar encima de un tope que no vio.

Un tramo lo avanzamos por pavimento y otro de unos 4 kilómetros lo hicimos en terracería, finalizamos este trayecto el cual también corre por la periferia de Coyotepec,

luego una vereda nos encausó a una calle pavimentada para luego de unos cien metros cruzar por debajo de la autopista Mexiquense y nos incorporamos por la Av. Benito Juárez que es la vía de acceso al centro de Huehuetoca; ahí hay un crucero en forma de T invertida por ello tres ciclistas y yo nos organizamos para cerrar el paso a los coches y permitir el cruce seguro al contingente, realizado lo anterior el pelotón continuó su avance por varios kilómetros en esta vía e hicimos una parada breve para hidratarnos y que descansaran los fatigados, para ese momento los rayos del sol empezaban a sentirse con algo de intensidad. Ochocientos metros antes de llegar a un fraccionamiento llamado CITARA el guía nos dirigió por un camino de terracería que está cruzando la carretera avanzamos unos 5 kilómetros entre el límite del Estado de México e Hidalgo esto nos llevó hacia la colonia Praderas del Potrero que está junto a la autopista Jorobas-Tula, la cual recorrimos menos de un kilómetro, la cruzamos a pie para incorporarnos a otro trayecto por terracería en veredas que pasan al costado de terrenos de cultivo de maíz y que nos conduciría a una carretera con subidas y bajadas en la cual por fin algunos pudimos deleitarnos pedaleando en descensos a más de 50km por hora, el gusto nos duró unos 6 minutos, de pronto el guía se detuvo en una intersección para indicarnos que ahora seguiríamos por un sendero de terracería, lo rodamos por varios kilómetros y nos llevó hacia unos cerros, lo seguimos por veredas pedregosas y sinuosas, de pronto el camino se hizo estrecho y dos paredes laterales de tierra y ramas marcaban el camino principal, unos metros más adelante frente a nosotros un arco de piedra de unos tres metros de alto, oscuro en el fondo y en su centro una pequeña luz brillante.

En ese momento me di cuenta que la meta estaba frente a nosotros, por un instante sentí que la fatiga, el agitado palpitar y la falta de aire en las subidas, y cuando resbaló mi llanta delantera al esquivar y evitar atropellar al ciclista que cayó delante de mí, el sol que caía a plomo, el terreno arenoso, las piedrecillas dentro del calzado, las ramas de las hierbas que a más de uno rasguñaron y los ladridos perrunos, y las cuatro horas de pedaleo quedaron en un olvido momentáneo.

El grupo se reunió para la foto testimonio del viaje y unos minutos después uno a uno ingresamos al túnel.

 

El olor a humedad estaba presente y un poco de lodo hubo en el recorrido que no fue nada silencioso, ya que la música de algunas bocinas no dejó de sonar ni dentro del túnel, las luces artificiales iluminaron el trayecto que yo en ese momento estimé unos 800 metros de extremo a extremo, lo fresco del túnel fue reconfortante aunque sea por uno minutos, continuamos con el recorrido y poco menos de un kilómetro más adelante pudimos cruzar el segundo túnel sin inconvenientes, el terreno estaba más arenoso y con una longitud menor que el primero, en ese momento ya pasaba de la una de la tarde y más de uno ya tenía mucha hambre, así que avanzamos por la pendiente que está a la salida del túnel para llegar al pueblito de nombre Tianguistengo, donde aparcamos poco más de una hora, en la pausa algunos comenzaron a compartir imágenes del trayecto y/o llamar a su familia para reportarse, así yo también llamé a casa.

Comidos y descansados emprenderíamos el retorno; solo que ahora el grupo disminuyó, ya que algunos prefirieron regresar por la autopista, entre ellos el chico que cayó tres veces en el recorrido, tres mujeres prefirieron regresar en autobús a su destino, y por cierto entre ellas iba una señora que la mayor parte del trayecto se la pasó quejándose del calor, de la ruta, de la distancia, etc., en pocas palabras se quejó de todo.

El reloj señalaba las 3:21 pm cuando emprendimos el regreso del pelotón restante, creo que éramos 18 o 20 ciclistas, la quejumbrosa alentó el avance matutino y al dejar el grupo todo parecía indicar que el retorno nos llevaría unas tres horas y media; sin embargo nos esperaban sorpresas en el camino. Habíamos llegado al pueblito bajando por la Av. Nicolás Bravo que en una parte está empedrada y luego es pura terracería; sin embargo ahora abría que subirla para luego continuar más de 2 km hasta el túnel corto el cual cruzamos ya sin detenernos, proseguimos pero esta vez tomamos una vereda distinta y no cruzamos el otro túnel, más bien lo rodeamos y luego avanzamos por una vereda sinuosa que según el mapa satelital sigue siendo la avenida antes mencionada hasta llegar otra vez a carretera y que recorrimos ahora en subida otros 6 km más, hasta una intersección donde giramos a la izquierda y llegamos a una colonia donde hicimos una parada de abastecimiento en una tiendita local de nombre LOTSO, la jovencita que nos atendió se sorprendió de ver al grupo de ciclistas y hasta nos tomó una fotografía, yo aproveché para capturar en mi celular una imagen del cerro y del camino que apenas dejábamos atrás.

El calor de las 4 de la tarde aún calaba en la piel, el pelotón continuó por la avenida y luego desviamos por una calle que nos llevaba a la autopista, sin embargo como kilómetro y medio antes de llegar a ésta una pinchadura y una cadena rota detuvieron al contingente, la parada duró más de 40 minutos ya que la rueda pinchada no resistió el parche y se tuvo que parchar otra cámara e instalarla en dicha bicicleta, la cadena de la otra bici se reparó y resistió bien, continuamos y más adelante nos incorporamos a la autopista Tula-Jorobas la cual recorrimos unos 7 km aproximadamente hasta la terminal de autobuses en Santa Teresa, debo decir que este tramo de autopista es pura subida y varios de los compañeros empezaban a sentir los estragos del recorrido, en sus caras veía cansancio, a uno lo vi desesperado.

Se hizo otra parada de abastecimiento y de descanso, también hubo charla para decidir el rumbo a seguir, yo vi que el guía revisaba el mapa en su teléfono, lo vi como que dudaba en que ruta seguir y otros comentaban de otras opciones, pero Diego no estaba muy convencido, así que me acerqué para decirle que yo conocía una ruta se la describí lo platicamos con los demás y dijo: Tú guía al grupo nosotros te seguimos. Y no mentí, en verdad conocía el camino, si bien en marzo pasado cuando fui a Tula con otro grupo de ciclistas y ellos me mostraron el camino para atravesar Huehuetoca. En esta parada el chico de la llanta pinchada aún y con dolor en una rodilla se negó a regresar en autobús; el ocaso del día nos alcanzaría en menos de 40 minutos, su decisión pareció intrascendente así que el contingente retomo camino e ingresamos a zona urbana luego de unos 15 min, por radio me comunicaron de otra pinchadura y detuviera al grupo, mi sorpresa fue enterarme que la llanta pinchada fue la misma de minutos atrás, otra media hora nos quedamos a la orilla de una banqueta ahí en el rumbo del Salitrillo.

En la zona centro el Huehuetoca y en medio del tráfico nos alcanzó la noche en fila de uno y pegados la banqueta rebasábamos los autos sonando cornetas y con ayuda de nuestras luces intermitentes; no dudo que más de un automovilista debió sentirse molesto por rebasarlos, logramos salir y encaminarnos al entronque del límite territorial del municipio y que colinda con Coyotepec y Zumpango,

como guía de ruta decidí no irme por el camino oscuro de terracería y en este entronque dimos vuelta a la izquierda para incorporarnos a la carretera Huehuetoca- Teoloyucan la cual corre en paralelo a la autopista Circuito Exterior Mexiquense unos 4km, este trayecto no es nada recomendable ya que es obscuro y con muchos baches, es una recta que parece interminable cuando la única luz es la que emite tu lámpara y las luces de los autos en contraflujo.

Debido al cansancio de algunos compañeros consideré esta carretera la mejor opción, ya que la otra ruta era cruzar el centro de Coyotepec lo que implicaba subir cerro otra vez. Saliendo de una curva que pasa por debajo de la autopista dimos vuelta a la derecha y continuamos otros 4 km, hicimos una parada de reabastecimiento y uno de los organizadores sugirió saliéramos de la carretera, así que otro compañero dijo conocer una desviación y por ello a la altura del Orfanatorio de la Paz Teoloyucan daríamos vuelta a la izquierda y avanzaríamos por terracería. No quiero olvidar comentar que en esta parada “Sebas” el de la bici ponchada que había parado en una gasolinera metros atrás y cuando pasó junto al grupo siguió su camino y no se detuvo ante nuestras gritos y avisos, no hubo forma de detenerlo si bien supimos que su teléfono se había quedado sin batería.

El pelotón continuó por camino de tierra y cruzamos unas vías del tren, un kilómetro más adelante nos incorporamos a la carretera que corre al costado del río de aguas negras, el mismo camino por el cual habíamos pasado en la mañana, las luces de nuestras lámparas iluminaban el camino, serían las 7:40pm por eso vimos pasar de frente algunos peatones y autos en este trayecto, en ese momento el ánimo de grupo lo sentí más relajado, incluso escuché que uno de ellos dijo haber sentido que le llegaba su segundo aire, otros mencionaron que se sentían bien rodando de noche, incluso el que llevaba la música le subió al volumen de su bocina. Sentí un alivio al escuchar sus palabras, y recordé mi viaje anterior por esa carretera y como a igual que ellos cuando pedaleaba ya nada más por inercia y mis fuerzas casi se habían agotado un extra de energía salió dentro para impulsarme a seguir adelante.

El alivio interno que sentí es porque a pesar del alto riesgo de transitar por esa carretera no tuvimos percance alguno y de alguna forma logré guiar bien al grupo y estar a salvo todos, bueno casi todos, salvo por “Sebas” que se dio a la fuga. Los siguientes 9km al costado del río a pesar de la penumbra fueron divertidos a pesar del hambre y el cansancio que todos teníamos; el grupo se dividió justo en el cruce de la carretera que colinda con el Pueblo de Sn Lorenzo Río Atenco, nos despedimos y ahí los que iban para Cuautitlán y para Naucalpan continuaron por la carretera que viene de Teoloyucan y los que veníamos a Izcalli continuamos otros 3 km por el río y luego incorporarnos a la avenida que nos llevaba a nuestros hogares. El grupo de Naucalpan ya en Cuautitlán, debido al cansancio optó parar de rodar y tomaron un taxi de aplicación para llegar hasta sus casas. Del fugado un día después supimos que había llegado sano y salvo a su casa.
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